jueves, 17 de marzo de 2016

Introducción


Suelen decir que el contar tu historia ayuda a compartir una experiencia que si es positiva, alienta, y si es negativa, funja como parteaguas en las decisiones de personas que duden en atravesar el mismo camino. En mi caso, no busco influenciar en ninguna manera ni hacerme pasar por mártir o ejemplo a seguir; se trata simplemente de que a veces, sólo dan ganas de dejar huella de lo acontecido, un recuerdo propio, una fotografía en relato, y particularmente en estos días: un desahogo emocional que me ayude a comprender por qué he llegado a este punto.

Nunca me pensé protagonista de un relato de amor, y aún menos, de una historia que considero tan intensa; pero la vida tiene sorpresas, y si bien por el momento le repudio el camino que me hizo tomar, espero que en algún otro momento de mi vida pueda entender de qué forma pude crecer luego de esto.

Sin embargo, y aunque lo parece, esto no se trata de un cuento de amor, ni de una historia de desamor y arrepentimiento, se trata sencillamente de un relato ordinario, como alguna historia que quizás estes viviendo o a punto de vivir. Una de esas anécdotas que dentro de muchos años, recordarás y te harán pensar que eres la persona con carácter que lee esto, no de la misma manera que lo pensaba y sentía cuando acontecía. Ahora no puedo decir que me sienta fuerte, o lista para hablar de esto como de un pasado lejano, pero es el momendo justo para imprimir en el relato las emociones que desbordan en lágrimas al pensar en todo lo que pudo haber sido y ahora nunca será.

Fui educada con mano dura bajo el precepto de no permitir que "al grito de cualquier pendejo, te pongas a llorar", lamentablemente, creo que se omitió el detalle de que no sólo la violencia verbal aunada a un timbre potente de voz genera emociones o sentimientos de frustración; hizo falta trabajar un poco sobre los sentimientos, las emociones, ya que hasta la más cálida voz puede llegar a hacerte flaquear.

Mi pasado de respuesta emocional no se limita a soportar "palabrotas" o "gritos", de hecho, creo que esto fue haciendome a la idea de que si bien existe un "lado oscuro" de rudeza, forzosamente debe existir una contraparte de ternura, y es en este punto en el que comienzo a pensar en la legitimidad de la bondad. Una respuesta agresiva existe cuando un detonante te arrastra, pero no puedes tener una naturaleza explosiva sin fundamento, por lo que la belleza de la gente no radica en la superficialidad de su respuesta, si no en la profundidad de su ser, de sus emociones. Y es un lado a ser fuertemente apreciado, ya que no es de fácil acceso.

Mi vida personal entonces, se ancla fuertemente en el descubrimiento de la belleza emocional de mi contraparte, en descubrir cuan tierno es, y sentir que ese saber es mi descubrimiento y por lo tanto, mi tesoro, el alterego que sólo yo pude encontrar que sólo yo puedo entender y sólo yo sé tratar. Esa soy yo en el apego emocional. Amo con miradas, hablo con abrazos y acaricio con sonrisas.